Mi Abcórdo querido
Thea se saco las botas mientras se sentaba lentamente sobre su cama. Recién llegaba de su última clase del día y estaba agotada. Era tarde y ya había anochecido, por lo había decidido que era mejor no estar deambulando sola por el campus y volver a su casa.
En ese momento, lo único que quería hacer era meterse a la cama y dormir el tiempo suficiente para volver atrás y que todo empiece de nuevo. Volver a empezar, desde cero, sin recuerdos ni nada que la lastimara. Había llegado a un punto, en el que solo veía su vida como un sueño, no se sentía parte de nada, ni de nadie. Flotaba por encima de todo, intentando agarrar algo y despertarse. Despertar su mente, sus sentimientos.
Cerró los ojos y los apretó fuertemente contra sus manos, tratando de despejarse. Se acordó por un instante del accidente y sintió como una aguja imaginaria se clavaba en su cabeza. Lentamente se iba hundiendo en sus recuerdos, haciendo sangrar cada parte de su ser. Sacando para afuera cada pequeño pedazo de su vida, aquellos mismos que se convertían en piedras en su futuro.
No podía controlar esa sensación, era el peor dolor que podía sentir. Sus músculos en las piernas se iban tensando hasta que se acalambraban y ella empezaba a doblarse sobre sí misma hasta terminar abrazándose. No habría los ojos, simplemente sentía como el agua salada empezaba a llegar a su boca y mojaba sus labios fruncidos y secos. Cuando ya no podía más y sentía como esa maldita sensación de culpa y tristeza rebalsaba su mente, desgarraba sus cuerdas en un grito atroz.
Dolor. Dolor. Eso era lo único que sentía. Su único y más presente recuerdo. Simplemente dolor. Nada más y nada menos.
El grito se convertía en un quejido. Un sollozo que se desvanecía en el aire hasta perderse por completo. Luego, la presión de sus ojos se despedía y desaparecía, mientras estos quedaban inertes y dormidos.
Cuando dormía era el único momento en que podía tranquilizarse y dejar de sentirse mal, vacía, sola. Simplemente su mente lograba apagarse, dejar de existir durante el tiempo que viajaba por el reino de Morfeo.
Tranquilidad.
La primera vez que Athea vio a Franz le pareció la persona más agradable que había conocido. No le interesaban las frivolidades que parecían llenar el mundo que la rodeaba ni confiaba demasiado en las apariencias.
Era un hombre, totalmente convencido de la relatividad del mundo. Lo que hoy era blanco, mañana perfectamente podía oscurecerse y ser negro. Sin embargo, tenía la increíble capacidad y virtud de jugarse por lo que creía, por los que quería. Eso era lo que ella admiraba, no solo en Franz sino en cualquier ser humano capaz de poseer tan valiosa virtud.
Para Thea, la vida era bastante parecida a esos juegos en los cuales se apostaba todo. Podías ganar o perder, pero por lo menos no tenías después, los remordimientos provenientes de no haber hecho lo suficiente. No había nada más inspirador que la adrenalina que uno podía llegar a sentir cuando estaba al borde del precipicio, en ese centímetro exacto que separa la vida de tu propia muerte. En una milésima de segundo, podías cambiar de mundo tan radicalmente que cualquiera quedaría asustado. Podías sentir, aunque fueras la piedra más fría, ese aire corriendo dentro tuyo y gritando por adrenalina.
Franz representaba exactamente eso. Apostar a la vida para intentar vencerla, por más que no siempre ganará y a veces debiera pagar serias consecuencias. Y Thea, simplemente quería lograr poder imitarlo.
─¿Cómo estas niña? ─preguntó Franz mientras le servia una gran taza de café a su amiga, sentada del otro lado de la barra.
Franz trabajaba en un café cercano al Campus de la Universidad para así poder pagar sus estudios en Psicología. Era un lugar amplio y bastante bohemio, en el que muy pocos estudiantes quedaban.
Su dueño, Mr. Locksher, era un excéntrico cuarentón, que había creado el lugar en sus años mozos y lo usaba como biblioteca personal. La mayoría de las paredes estaban llenas de libros, cubiertos a su vez por gruesas capas de polvo y la evidente escasez de mesas normales, se compensaba con amplios sofás antiguos dispuestos a través de toda la estancia.
El café “Abcórdo” estaba en una esquina, alzándose en un edificio de dos plantas, de principios de siglo y con fachada de madera oscura. La mayoría de los estudiantes que pasaban por ahí, ignoraban completamente su presencia, prefiriendo siempre lugares más modernos y en cierta parte… limpios. Porque, ni Mr. Locksher ni Franz se caracterizaban por su limpieza.
Locksher, pocas veces bajaba al café-su departamento quedaba en planta superior, conectada al café por una escalera caracol de hierro verde botella- y si lo hacía era cuando podía estar en paz con sus libros y sus puros cubanos.
A Thea, las pocas veces que la encontraba sentada siempre en la barra, la miraba expectante y hasta temeroso, procurando huir rápidamente, pero ella no daba demasiada importancia a las ocurrencias de un viejo algo loco.
─Normal─contestó Thea mientras ojeaba un libro de tapas negras que tenía en sus manos─¿Locksher no se preocupa si tomas prestados sus libros?
Franz se encogió de hombros, quitándole importancia al asunto, como hacía habitualmente. En su lugar, se sirvió el mismo una taza de café.
─No creo que sepa que libros tomo─dijo con pasividad mientras hacia una mueca graciosa y señalaba con su mano el piso superior─Además arriba tiene todavía más libros. A veces creo que tiene una poción para la inmortalidad, porque no creo que haya leído todos esos libros.
─Por ahí los heredó─Thea no solía mostrar demasiado interés en ningún asunto que no estuviera relacionado con algo vital. Si consideraba que el tema era demasiado vanal, solo movía los músculos faciales de su mandibula en lo que era su mejor sonrisa y reía falsamente.
Tan falsamente que hasta había llegado a crear que eso era la máxima veracidad que podía dar.
─Es que es raro de cojones─contestó el chico con los ojos abiertos.
Franz había conocido a Mr. Locksher cuando entro al Café pensando que era una librería y este lo hecho espetándole que no era más que un niño insolente y sin mucha materia gris. Y Franz no sé caracterizaba por dejarse pisotear y no dudo en iniciar una pelea mental y verbal con el susodicho. Intercambiaron un centenar de frases inteligentemente hirientes para demostrar su grado de inteligencia y un par de insultos para sacar a flote su hombría.
Al final, el diablo ganó por viejo y Franz terminó como asistente del excéntrico que usaba un café como biblioteca personal.
─Pues renuncia─dijo Thea suavemente a pesar de saber de antemano la debilidad de su argumento y la respuesta de su amigo.
─Necesito la plata─los ojos marrón oscuro del chico se entornaron y tomó con cariño los finos y blancos dedos que hacían en ritmo de una solemne canción─Y además es el único jefe que me deja robar primeras y únicas ediciones sin decirme nada. Y ni siquiera le importa si atiendo o no el café.
Thea miraba hipnotizada la mano de su amigo sobre la de ella y se sentía terriblemente débil. Débil e hipócrita. Cuando estaba con Franz se sentía la peor de las mentirosas, la persona más patética del mundo.
Al compararse con él, se sentía perdía en la oscuridad de la que tanto había querido escapar. Era pequeña, frágil en comparación de la grandeza interior que tenía Franz. Esa determinación y tenacidad para luchar por la vida.
─Bueno, entonces, seguirás proporcionando libros interesantes a la gente que lo valga─dijo Thea sacando la mirada de las manos y cogiendo con su mano libre la taza de café─Eres como un traficante de libros y en vista de la pobreza cultural que podemos observar en estos días, yo me uno a tu organización.
─Bueno, ya somos dos─Franz alzó los ojos en un fingido mohín teatral─Creo que somos la organización ilegal más grande de libros del país. O del mundo, quien sabe.
Y Thea, sonrío. Y sus músculos, como rara vez pasaba, no se sintieron forzados a hacerlo.
~*~
Mike se dejo caer con pesadumbre sobre el sofá blanco de su sala de estar.
En la mesa ratona a sus pies, había una pila de libros y expedientes que tapaban el vidrio decorado artesanalmente que la adornaba. Era el principio de una larga y cansina noche de trabajo en la cual, no iba a tener ni sexo, ni borracheras descomunales que le hicieran recordar su preciada adolescencia.
Vaya mierda.
─Dime porque diablos tuve que elegir este trabajo Dios─masculló entre dientes mientras tomaba una de las carpetas que estaban en el extremo izquierdo y le echaba una mirada profunda.
A veces llegaba a detestar de una manera increíble su trabajo. Odiaba llenar esos papeles, sistemática y ordenadamente. Era demasiado para él, que era más de actuar rápido.
No le gustaba sentarse todo el día en un box de oficina y ingerir grasas que no iba a quemar nunca, para quedar como su jefe. Le gustaba más los trabajos que implicaban un cierto grado de actividad física y movilidad, que además de cuidar su cuerpo, le permitiera evitar los problemas que frecuentemente invadían su mente.
Si no era Thea que había tenido una de sus habituales crisis depreso-identidad, era su madre a abandonada por un novio infiel. Y si podía escapar de ellas, venía su hermana con sospechas de embarazo.
Estaba rodeado de mujeres que intentaban boicotear su calidad de vida y estabilidad mental. Siempre estaba ocupándose de problemas ajenos y olvidándose de los propios. Por eso, cuando salía a correr por la ciudad se sentía curiosamente libre. Sin que nadie estuviera poniendo sobre sus hombros un peso ajeno.
Siempre había sido el buen hijo. Calificaciones perfectas, conducta ejemplar, y un largo y penoso etcétera. No podía darle decepciones a su madre, la quería demasiado para eso. Por eso, era el diamante brillante en el oscuro grupo de amigos en el que estaba. Se reía cada vez que recordaba la cantidad de lecciones que había aprendido viendo a amigos drogarse y expulsar el humo de la María por sus fosas nasales sobre sus cabellos rizados. Y a pesar de ser tan diferente a la panda de locos que eran sus mejores amigos, los amaba a cada uno. A su manera y por sus cualidades individuales.
Porque Mike ante todo, era un hombre de principios.
Bueno, quiero agradecer a los que comentaron, a los que se hicieron seguidores, a los que me ayudaron en este proyecto y a los que confiaron en el.
Un gran y fuerte ¡gracias!
Y si llegaron hasta acá, un comentario no les cuesta nada. Aunque sea para insultarme. Y si andan cortos de tiempo, haganse seguidores, que se agradece ^^
*Como algunos podrán llegar a ver, la cabecera representa a todos los personajes que saldran en menor o mayor medida a lo largo de la historia, mientras que los de la sidewar son los que estarán desde el principio.
Además, en esta historia, es posible que se encuentren diversos guiños. Es probable que haya criticas a la Sociedad, a Instituciones y demás.
Ustedes son libres de leer.